¿Cuántas veces has dedicado un tiempo desproporcionalmente amplio para lo pequeño del asunto tratado? Sobre tu presupuesto temporal para ver algo en una plataforma de streaming, ¿qué porcentaje has dedicado a seleccionar lo que al final viste -si es que viste algo antes de quedarte dormido?
Por mucho que nos tengamos como seres racionales, la realidad es que antes lo somos emocionales. Decisiones que por sentido común deberían tomarse a la fría luz de los datos y sus proyecciones, al final llega una ola de emociones/sensaciones/percepciones y por el barranco se va esa lógica.
"Bienvenidos a la Raza Humana", explicaríamos a unos extraterrestres que nos estuvieran preguntando extrañados por nuestros criterios de decisión.
El tiempo es limitado, igual que los presupuestos o cualquier otro recurso que tenemos al alcance para conseguir algo. ¡Prioricemos! Y, pensando en la famosa regla 80/20 de Antonio Pareto, nos ponemos a trabajar en aquello que creemos que nos dará más resultados.
Pero no. Hay otra -en realidad hay muchas deliciosas reglas como esa- que nos dice que, en realidad, dedicaremos más tiempo y reflexión a algo que no es precisamente lo más importante. Hemos llegado a la Ley de la Trivialidad de Parkinson.
La Ley de la Trivialidad fue propuesta por primera vez por Cyril Northcote Parkinson, quien la acuñó en su libro de 1957 "La ley de Parkinson y otros estudios en administración", y el término 'bikeshedding' (aparcamiento para bicicletas) proviene de un ejemplo en su libro.
LA LEY DE LA TRIVIALIDAD DE PARKINSON
Parkinson expone un escenario: un equipo de directivos de una empresa tiene que tomar decisiones sobre tres asuntos:
1-la inversión en una planta de energía nuclear
2-el diseño de un nuevo techo para el aparcamiento de bicicletas de la empresa
3-la selección de una nueva máquina de café para la oficina.
El equipo analiza rápidamente la propuesta de la central nuclear. Es un asunto demasiado avanzado para que alguien pueda profundizar realmente en los detalles y, además, la mayoría de ellos no saben mucho sobre el tema. Uno de ellos que sí sabe no está seguro de cómo explicárselo a los demás. Otro tiene una sugerencia de mejora, pero se agobia pensando en si es el momento de arriesgarse y exponerla. El resto no se atreve a añadir nada. En cinco minutos no hay más comentarios y queda aprobada la propuesta inicial. Vayamos al siguiente punto.
Como los directivos sienten que la empresa espera de ellos aportaciones de valor real y saben que no se han ganado su sueldo con el punto anterior, pues se lanzan a hacer propuestas respecto del aparcamiento de bicicletas. Tras casi 45 minutos de consideraciones respecto de los materiales a utilizar, la pendiente del tejadillo, el color que se usará para pintarlo y si habrá zonas reservadas o no, ya está todo decidido. Pasemos a la máquina de café.
Dado que todos beben café se consideran expertos en la materia. Sabores disponibles, calidades a elegir, tamaños, arábica o robusta, natural o torrefacto, qué infusiones, formas de pago, … Al final igual han dedicado el mismo tiempo a este tema tan cercano y grato como trivial que a los dos anteriores.
LAS OTRAS LEYES DE PARKINSON
Si no te fías de esta Ley de la Trivialidad de Parkinson, te conviene saber que no va sola. La otra dice: “El trabajo se expande para llenar el tiempo disponible para su finalización". O, dicho de otra forma, “la cantidad de ropa crece hasta llenar la maleta”. Y no olvidemos aquello de que “los gastos aumentan hasta alcanzar los ingresos”.
¿Te suena?
De modo que el Sr. Parkinson, admitámoslo, sabe de psicología humana. Te conoce bien.
¿POR QUÉ NOS PASA ESTO DE PERDER EL TIEMPO EN COSAS MENOS IMPORTANTES?
La razón es sencilla: la gente tiende a centrarse en cuestiones triviales porque son más sencillas de entender, más fáciles de resolver y no implican asumir mucha responsabilidad.
Hay otra explicación. Pensemos en la pereza social, que es la tendencia de las personas que trabajan en grupos a esforzarse menos que en proyectos individuales. Ya se sabe lo que pasa con los comités para tomar decisiones importantes y urgentes…
QUÉ HACER PARA REDUCIR LOS EFECTOS DE LA LEY DE LA TRIVIALIDAD
Veamos unas simples reflexiones que nos ahorrarán tiempo de discusiones quizá apasionantes pero en realidad bastante tontas:
- saber qué queremos. Tener una visión clara de nuestros objetivos.
- anticipar cuándo nos pondremos a hablar de lo intrascendente y tener un plan para ello. “Gobernar” (la reunión, por ejemplo) “es prever”, decía el líder cubano José Martí.
- separar con nitidez el grano de la paja. Lo que es parte del asunto y lo que no. Lo relevante y lo irrelevante. No todo lo que se pueda decir aporta valor; con frecuencia, cuando falla el foco, lo único que aportan algunos comentarios es distracción.
- poner límites temporales. Bien calculados, no vaya a aplicarse la otra ley de Parkinson sobre el tiempo y las tareas.
Dicho todo esto, ¿el café lo quieres solo, cortado, con leche, o mejor una infusión o un chocolate de la nueva máquina?
AUTOR
Alberto Losada Gamst. Director y cofundador de Avantideas. Consultor de empresas especializado en ayudar a las empresas a estar mejor preparadas para su viaje al futuro a través de las mentalidades adecuadas, la comunicación emocionalmente inteligente y el pensamiento de ecosistema. Mentor para startups con Wayra, Human Age Institute y la Fundación Tomillo.
Como formador especializado en habilidades de comunicación e innovación en las organizaciones que desean alcanzar el futuro, he impartido talleres en más de 40 empresas (muchas de las cuales han repetido con nuevos grupos), tanto presencialmente como online. Y en todas las ocasiones he aprendido mucho de todos. ¡Gracias por ello!
IMAGEN: Canva Pro