A todos nos bombardean con mensajes motivacionales del tipo de “Strive for Perfection” (en inglés suena como más potente), y otros similares con un denominador común: lo que importa es la perfección.
Pues yo me apunto a quienes disienten de este principio y abrazan otro que me parece mucho más equilibrado, humanamente sostenible y comercialmente competitivo: el de la buena calidad constante.
Acabo de empezar un podcast sobre un tema que me apasiona: cómo serán los distintos campos de nuestra vida dentro de 5, 10 o 20 años, según la opinión de los distintos expertos entrevistados. Y lo primero que hice fue investigar qué tipo de micrófono debería usar. Claro, encontré opiniones que no siempre coincidían. Que si de condensador por su superior calidad, o mejor dinámico porque recoge menos los ruidos de fondo, USB o XLR o híbrido, y luego de qué marca.
Había dos extremos de opinión: quienes dicen que lo esencial es la calidad del sonido, como Niall McKay (Smarter Poscasting), y Ana Xavier (The Podcast Space), quien defiende el concepto de la importancia de empezar el podcast de una vez y desarrollar un buen contenido de cada episodio antes que obsesionarnos por la calidad de audio. Ella habla de “tu podcast imperfecto”.
Al final, lo que realmente me convenció fue una frase que viene del mundo de la fotografía: “la mejor cámara es la que tienes a mano en el momento en el que quieres hacer la foto”. ¿El mejor micrófono para mí? Pues alguno de los que ya tengo.
Y empecé a grabar y publicar los episodios de mi podcast Mentes Futuras. Imperfectos, pero trabajando en su mejora.
ORGANIZACIONES (IM)PERFECTAS
Lo mismo creo que se puede aplicar a muchas filosofías en las organizaciones. Que es más importante tener claro qué valor aportan a sus clientes, a sus empleados y al mundo, que el buscar con obsesión la perfección a cualquier precio.
Porque creo que lo que importa al cliente es que esa buena calidad de producto o servicio sea constante, sin altibajos, con tendencia a la mejora.
En una palabra, fiable.
Claro que hay que buscar la mejor calidad posible. De lo contrario, nos quedaríamos fuera del mercado con rapidez. El factor que creo que hay que vigilar bien es el del precio de esa calidad. No defiendo lo mediocre sino lo competitivo. Con mucha frecuencia se llega a un 80% de lo que sería lo perfecto en la calidad del producto, y hasta ahí bien. El problema puede estar en el coste de elevar ese 80% a, por ejemplo, un 85 o un 90%. ¿Sale rentable? No hablo solamente del coste económico de esas pequeñas mejoras, sino sobre todo del humano. ¿Por subir un 4% la calidad nos vale la pena meter más presión a nuestro equipo humano, a nuestros proveedores? Habrá empresas que directamente dirán que sí, por convicción, porque es a lo que hay que aspirar.
Entonces me pregunto qué es lo realmente importante: ¿lo que opina el departamento de Calidad, o el equipo directivo, o más bien la percepción del cliente?
¿El ambiente de trabajo, la cultura de la empresa que promueve activamente la cooperación y el desarrollo de sus personas, o exclusivamente la cuenta de resultados a cualquier otro precio que no se incluye en los números -como por ejemplo la rotación de personal y su desmotivación?
Es el momento de presentar el concepto de “calidad percibida”. No es un absoluto sino una valoración eminentemente subjetiva. No se puede comparar con una escala de estándares. Pero es bien cierta ante los ojos del cliente. ¿Por qué si no se habla tanto de la relación calidad/precio? Pues porque es una realidad. Recibes lo que pagas. Cuanto más creas que recibes por el dinero que pagas, pues mejor. Más competitivo es ese producto en el mercado.
Tengamos en cuenta que, a partir de determinado nivel de calidad técnica, pocos clientes serán capaces de apreciarla… y pagar por ella. Y menos aún a medida que subas ese porcentaje. Esto vale para casi todo: desde vinos a coches, pasando por compañías aéreas o marcas comerciales de todo tipo.
PERSONAS (IM)PERFECTAS
Lo mismo se puede aplicar a la vida personal. Ser un padre perfecto, o marido, o hijo, o vecino, o un compañero de trabajo, o lo que sea.
¿Qué es una persona perfecta? Algo que no existe. Sobre todo en el mundo de las personas, intrínsecamente variables y emocionales. Cambiantes. Más o menos capaces de adaptarse a los distintos entornos por los que pasen.
¿Te gustaría tener a una persona perfecta como amiga? No, ya que además de irreal sería desmotivante porque en cualquier comparación saldrás perdiendo. En cambio, lo que sí queremos todos en una buena relación de amistad. Con sus altibajos, sus momentos alegres y tristes.
No queremos en nuestra vida individuos que toman más de lo que dan, que restan más de lo que suman, que no nos transmiten energía ni paz. No necesitamos en nuestro entorno a gente con la que llevemos las cuentas de ayudas y apoyos, ni que estemos seguros de sus motivos.
Lo que realmente valoramos es lo que cada uno considera que es una amistad perfecta. Amigos fiables, humanos, con sus problemas y sus ilusiones, cómplices en nuestra vida.
Como dice un amigo mío, “yo quiero estar con personas que también quieren estar conmigo”.
NO A LA PERFECCIÓN Y SÍ A LA SATISFACCIÓN
En todos los campos de la vida. No hablo de “lo suficiente”, sino de un nivel que, sin ser teórica o técnicamente perfecto, sí que colma los motivos de las personas para estar más que satisfechas con nosotros o con nuestros productos.
Aspirar al 100% de la perfección está bien. Pero fijémonos en su coste y en si realmente se valorará. Algunas veces valdrá la pena… y otras muchas no.
Porque muy a menudo las personas estamos más contentas con un 80% constante… que con un abanico entre el 50 y el 90%.
Apostemos por ese 80% de la perfección.
AUTOR
Alberto Losada Gamst. Director y cofundador de Avantideas. Consultor de empresas especializado en ayudar a las empresas a estar mejor preparadas para su viaje al futuro a través de las mentalidades adecuadas, la comunicación emocionalmente inteligente y el pensamiento de ecosistema. Mentor para startups con Wayra, Human Age Institute y la Fundación Tomillo.
Como formador especializado en habilidades de comunicación e innovación en las organizaciones que desean alcanzar el futuro, he impartido talleres en más de 40 empresas (muchas de las cuales han repetido con nuevos grupos), tanto presencialmente como online. Y en todas las ocasiones he aprendido mucho de todos. ¡Gracias por ello!
IMAGEN: Canva Pro