El efecto Cobra: lecciones de consecuencias involuntarias

 

Los seres humanos reaccionan a todas las normas, reglamentos y órdenes que imponen los gobiernos, y sus reacciones dan lugar a resultados que pueden ser muy diferentes de los que pretendían los legisladores.

 

Traducido y adaptado del original "The Cobra Effect: Lessons in Unintended Consequences", por Antony Davies y James R. Harrigan en Fee Stories

 

Toda decisión humana conlleva consecuencias imprevistas. A menudo, son intrascendentes, incluso divertidas. Cuando Airbus, por ejemplo, quiso hacer sus aviones más silenciosos para mejorar la experiencia de vuelo de los viajeros, hizo su A380 tan silencioso que los pasajeros podían oír, con demasiada claridad, lo que ocurría en los baños del avión. Otras veces las consecuencias imprevistas tienen efectos dramáticos de gran alcance. El sistema sanitario estadounidense es un ejemplo de ello. Surgió en su forma actual en gran parte debido a dos decisiones gubernamentales.

En primer lugar, el control de los salarios y los precios durante la Segunda Guerra Mundial hizo que las empresas añadieran el seguro de salud como una prestación para los empleados. ¿Por qué? La ley prohibía a los empresarios subir los salarios, así que para atraer a los trabajadores, ofrecieron proporcionarles un seguro médico. Luego, en 1951, el Congreso declaró que las prestaciones del seguro médico proporcionadas por el empresario no contarían como ingresos imponibles. Esto hizo que a los empleados les resultara más barato aceptar aumentos en forma de mayores prestaciones de seguro libres de impuestos que en forma de mayores salarios imponibles.

 

En consecuencia, los trabajadores no sólo reciben ahora un seguro de salud a través de sus empleadores (a diferencia, por ejemplo, de su seguro de coche y de hogar), sino que esos planes de seguro también tienden a ser más lujosos de lo que habrían sido si el Congreso no les hubiera dado un tratamiento fiscal especial. Estas dos decisiones políticas contribuyeron a crear el sistema sanitario que tenemos ahora, un sistema que casi todo el mundo coincide en que está roto.

Nadie se propuso crear un sistema roto, como tampoco nadie se propuso hacer que los ruidos del baño fueran más perceptibles en los aviones. Se trata de consecuencias imprevistas. Y se pueden ver en todas partes cuando se sabe mirar.

Las consecuencias imprevistas ocurren con tanta frecuencia que los economistas las llaman "Problemas de Cobra", en honor a uno de los ejemplos más interesantes.

 

LAS COBRAS

En la India colonial, Delhi sufría la proliferación de cobras, un problema que necesitaba claramente una solución dado el tipo de cosas que traen las cobras, como la muerte. Para reducir el número de cobras que se deslizaban por la ciudad, el gobierno local puso una recompensa por ellas. Parecía una solución perfectamente razonable. La recompensa fue lo suficientemente generosa como para que mucha gente se dedicara a cazar cobras, lo que condujo exactamente al resultado deseado: la población de cobras disminuyó. Y ahí es donde las cosas se ponen interesantes.

A medida que la población de cobras disminuía y era más difícil encontrar cobras en la naturaleza, la gente se volvió bastante emprendedora. Empezaron a criar cobras en sus casas, que luego mataban para cobrar la recompensa como antes. Esto dio lugar a un nuevo problema: las autoridades locales se dieron cuenta de que había muy pocas cobras a la vista en la ciudad, pero aun así seguían pagando la recompensa en la misma medida que antes. Al final, Delhi tuvo un problema de cobras mayor después de que la recompensa terminara que antes de que empezara.

Las autoridades municipales hicieron algo razonable: cancelaron la recompensa. En respuesta, las personas que criaban cobras en sus casas también hicieron algo razonable: liberaron a todas sus cobras, ahora sin valor, en las calles. ¿Quién quiere una casa llena de cobras?

Al final, Delhi tuvo un problema de cobras mayor después de que la recompensa terminara que antes de que empezara. La consecuencia imprevista del plan de erradicación de cobras fue un aumento del número de cobras en las calles. Este caso se ha convertido en el ejemplo de cuando un intento de resolver un problema acaba exacerbando el mismo problema que los legisladores pretendían solucionar.

 

CONTAMINACIÓN DEL AIRE

Por supuesto, las cobras no tienen nada de especial. Lo mismo ocurrió a finales de la década de 1980 en Ciudad de México, que por aquel entonces sufría una contaminación atmosférica extrema causada por los coches que conducían sus 18 millones de habitantes. El gobierno de la ciudad respondió con el "Hoy No Circula", una ley diseñada para reducir la contaminación de los coches retirando el 20% de los mismos (determinado por los últimos dígitos de las matrículas) de las calles todos los días durante el invierno, cuando la contaminación del aire era peor. Sin embargo, curiosamente, la retirada de esos coches de las carreteras no mejoró la calidad del aire en Ciudad de México. De hecho, la empeoró.

Resulta que las necesidades de la gente no cambian por un simple decreto gubernamental. Puede que los habitantes de Ciudad de México quisieran un aire mejor para su ciudad, pero también necesitaban ir al trabajo y a la escuela. Reaccionaron a la prohibición de un modo que los responsables de la norma no pretendían ni preveían.

Algunas personas compartieron coche o tomaron el transporte público, que era la intención real de la ley. Otros, sin embargo, tomaron taxis, y el taxi medio de la época emitía más contaminación que el coche medio. Otro grupo de personas acabó socavando la intención de la ley de forma más significativa. Ese grupo compró un segundo coche, que, por supuesto, tenía una matrícula diferente, y lo conducía el único día a la semana que tenía prohibido conducir su coche habitual. ¿Qué tipo de coches compraron? Los vehículos más baratos que pudieron encontrar, vehículos que contaminaban la ciudad a un ritmo mucho mayor que los coches que no podían conducir. La gente soltó sus cobras en las calles, sólo que esta vez las cobras eran coches.

 

CONSECUENCIAS INVOLUNTARIAS POR TODAS PARTES

Estos ejemplos de consecuencias imprevistas no son aberraciones. Las consecuencias imprevistas surgen cada vez que una autoridad impone su voluntad a la gente. Las leyes sobre el cinturón de seguridad y el airbag hacen que sea menos seguro ser peatón o ciclista al hacer que los conductores sean menos precavidos. Las leyes de préstamos de día de pago, que pretenden proteger a los prestatarios de bajos ingresos de los altos tipos de interés de los préstamos, hacen que sea más caro para los prestatarios de bajos ingresos pedir préstamos al obligarles a buscar alternativas aún más caras.

La exigencia de que las empresas publiquen cuánto pagan a sus directores generales para animar a los accionistas a reducir la remuneración de los directores generales dio lugar a que los directores generales peor pagados exigieran más remuneración. Las leyes de "tres golpes", que pretenden reducir la delincuencia, aumentan las muertes de la policía al dar a los delincuentes reincidentes un mayor incentivo para evadir o incluso luchar contra la policía. La Ley de Estadounidenses con Discapacidades da a los empresarios un incentivo para discriminar a los discapacitados al no contratarlos en primer lugar para evitar posibles reclamaciones de la ADA. Los requisitos para la obtención de licencias de electricista pueden aumentar la incidencia de lesiones debidas a trabajos eléctricos defectuosos al reducir la oferta de electricistas, lo que anima a los propietarios de viviendas a realizar sus propios trabajos eléctricos.

 

VENEZUELA

Pero tal vez nada ilustre mejor el alcance de los problemas potenciales derivados de las consecuencias imprevistas que el terrible juego del topo (el de dar un martillazo al topo que asoma en el agujero del tablero, muy popular en ferias, N. del T.) de Venezuela que comenzó con la nacionalización de su industria petrolera en 1976. La intención del gobierno era mantener los beneficios del petróleo en el país. Y así fue, durante un tiempo.

Pero cuando el gobierno se hace cargo de una industria que antes era privada, se pierde el incentivo de los beneficios para mantener el capital físico, y éste se deteriora. El deterioro se produce a lo largo de una década, y eso es lo que hizo parecer -al menos durante un tiempo- que, a diferencia de lo que había ocurrido en otros lugares donde se había intentado el socialismo, el socialismo de Venezuela estaba funcionando. Pero a medida que el capital físico de la industria petrolera se rompió, la producción de petróleo cayó. Casualmente, fue en esta época cuando los precios del petróleo también cayeron, hecho que los partidarios del socialismo señalan como el verdadero culpable. La última consecuencia no deseada de la nacionalización de la industria petrolera en Venezuela fue la esclavitud.

Cuando los ingresos y la producción de petróleo cayeron en picado, el gobierno de Venezuela actuó como lo hacen inevitablemente los gobiernos cuando los ingresos desaparecen. Pidió prestado y cobró todos los impuestos que pudo, y luego comenzó a imprimir dinero. La impresión provocó la consecuencia no deseada de la inflación, y los precios subieron tanto que la gente ya no podía permitirse la comida. Para responder a esta consecuencia imprevista, el gobierno impuso controles de precios a los alimentos. Pero esto creó una nueva consecuencia imprevista: los agricultores ya no podían permitirse cultivar alimentos. Así que los agricultores dejaron de cultivar alimentos. Finalmente, el gobierno obligó a la gente a trabajar en las granjas para asegurar la producción de alimentos.

La última consecuencia imprevista de la nacionalización de la industria petrolera en Venezuela fue la esclavitud.

 

LA LECCIÓN

Nada de esto significa que no haya lugar para la legislación. Lo que sí significa es que los legisladores deben ser muy conscientes de que toda acción humana tiene consecuencias intencionadas y no intencionadas. Los seres humanos reaccionan a todas las normas, reglamentos y órdenes que imponen los gobiernos, y sus reacciones pueden tener resultados muy diferentes a los que pretendían los legisladores. Por tanto, aunque hay un lugar para la legislación, ese lugar debe estar definido por una gran precaución y una enorme humildad. Lamentablemente, estos son rasgos de carácter que no se encuentran a menudo en quienes se convierten en legisladores, razón por la cual los ejemplos del problema de la cobra son tan fáciles de encontrar.

Puedes escuchar aquí el episodio dedicado al Efecto Cobra en el podcast Wors & Numbers.

 

AUTORES

El Dr. Antony Davies es el Milton Friedman Distinguished Fellow de la FEE, profesor asociado de economía en la Universidad de Duquesne y copresentador del podcast Words & Numbers.

James R. Harrigan es el F.A. Hayek Distinguished Fellow de la Fundación para la Educación Económica y Editor Senior del Instituto Americano de Investigación Económica. También es copresentador del podcast Words & Numbers.

 

IMAGEN: Parker West en Pixabay

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